Es bastante difícil escribir algo acerca de lo sucedido durante las largas semanas que ardió media provincia de León, y que mi pueblo se encontró como el queso de un sandwich: rodeado de fuegos. Nos libramos "por los pelos".
La tendencia moderna y su empeño en exigir velocidad para hablar sobre cualquier cosa, presiona para que cada quien diga y se posicione respecto a esta catástrofe (como sobre tantas otras cosas) pero yo soy arcaica, me la suda la modernez, y me irritan tremendamente las exigencias que vienen de...¿quién?
No de mis Guías, desde luego, quienes enseñan a pensar y madurar un poco las cosas antes de "posicionarse". Enseñan a vivir como detective, más que como noticiero del último minuto. Así que sigo mi camino y me reservo sentencias y discursos formales sobre esta tempestad de Fuego, para el futuro. Hoy por hoy solo tengo elucubraciones, pistas y sensaciones.
Pero de momento, sí puedo hablar de LO PERSONAL, como siempre. Lo mío. Y puedo decir que ha sido traumático por muchas razones. Sobre todo porque amo mucho León, y ver arder tantos montes ha sido doloroso. Además, en dos ocasiones, pareció que el fuego podía llegar a mi pueblo, y la lluvia de cenizas y el humo denso me obligó a marchar, para preservar la salud pulmonar de mi hijo.
Es una sensación muy difícil la que tienes, cuando haces una maleta de emergencia planteándote que tal vez tu casita acabe ardiendo, con todo lo que contiene (y que es lo único que tienes, además) Y es muy duro también aún irte a dormir por la noche sin saber si llamarán a tu puerta para desalojarte. Sencillamente, la ansiedad se apodera de ti y ya no puedes dormir.
El fuego se terminó por esta vez, pero la sensación que vivimos muchos fue como la de un conflicto bélico, o algo similar. Sientes peligro total porque ves que se acerca la destrucción total. Y eso sin contar con las sensaciones y pesadillas que he tenido como chamana de a pie, en las cuales LA GUERRA ESPIRITUAL era real, y el peligro para mí (no solo para la Naturaleza y para toda esta zona) era particularmente insidioso.
En una crisis como esta, he aprendido el valor del apoyo emocional a distancia. No se me olvidarán las personas que "estuvieron ahí", pendientes, así como tampoco podré olvidar a las que, estando teóricamente cerca (inclusive físicamente al lado), me hicieron sentir como si todo esto fuera anecdótico y como si mi seguridad y la de mi hijo no tuvieran importancia.
No te ayuda quien dice que te quiere ayudar, sino el que "está ahí" sabiendo estar, y el que te facilita las cosas de manera adecuada y oportuna. En crisis como esta no sirven las buenas intenciones (muy platónicas en ocasiones) ni los discursos lejanos. Sirve el gesto con puntería, certero, y la palabra y el acuerdo realizados a tiempo.
Ya lo dijo Jesús en sus parábolas: Muchos dicen que van a hacer esto o aquello, pero luego no lo hacen. Muchos prometen estar ahí, pero cuando llega la catástrofe huyen o se desentienden. ¿Quién está contigo, cuando el fuego se acerca? El que de veras te aprecia, y/o el que tiene principios espirituales y éticos bien sólidos. Y no hay más. Todo lo demás es bla bla blá.
Por otro lado, los que me hayan seguido durante estos años, sabrán que tener pesadillas y sueños y visiones advirtiendo de "mucha destrucción por fuego" ha sido algo recurrente en mi camino (y sobre ello publiqué muchas entradas en mi antigua página) Así que me he sentido como viviendo el inicio de una profecía que empieza a cumplirse.
Y esto conlleva su propia dificultad emocional y mental. Da bastante miedo, e impacta mucho, constatar que todo eso del Fuego que vendría "era de verdad", y además, escuchas que "esto solo ha empezado". Creo que ahora mismo tengo síndrome de Casandra, combinado con síndrome de Noé, combinado con síndrome de... ¡En fin!
Todavía no he recuperado la normalidad. Todavía no me siento segura. Todavía no duermo bien. Todavía tengo pesadillas en las que el fuego llega, o gente muere, o se llena todo de cenizas. O sueños desagradables en los que seres "x" rodean mi espacio y tratan de dejarnos sin casa a mi hijo y a mí.
Pues hay cosas tremendamente oportunistas, y hay poderes codiciosos, hambrientos y corrompidos, que nunca tienen bastante. Son como un pozo sin fondo, pues todo lo que consiguen, compran o se apropian, les parece poco. No tienen hambre porque no consigan comida, sino porque viven en el ansia, en la perpetua insatisfacción.
Para ellos, los pueblos están mejor si se quedan vacíos de habitantes. Algunos los quieren para devastarlos con explotación salvaje de recursos naturales. Y otros, para convertirlos en resorts turísticos o vacacionales para gente de ciudad que solo quiere un bonito lugar de postal, pero sin gente rural que imponga límites a sus caprichos o que les plantee exigencias y demandas.
La gente de pueblo cada vez estorba más a unos (empresas de explotación) y otros (los del turismo vacacional) Y esto tal vez sea parte de las raíces de la guerra oculta que se viene fraguando, aunque por supuesto, me temo que hay mucho más.
A pesar del tono árido de este post, estoy agradecida por estar viva, contenta de estar aquí, y envio un afectuoso saludo a los lectores que han tenido la paciencia de irme siguiendo de un sitio a otro, a lo largo de los años.